Todo tiene su tiempo...
y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora

viernes, 18 de enero de 2008

Afuera llueve

Una brisa que con el paso de los minutos se intensifica hace remolinear un montón de hojas secas acompañando el paso de unos pies cansados.
Al llevar sus ojos al cielo, descubre unos nubarrones, pero no logra adivinar si será llovizna o una gran tormenta.
Su rostro revelaba preocupación y la disputa interna entre su mente y corazón.
El calor denso de la ciudad se disipa con la presencia, ya inevitable, de la precipitación.
El único refugio deseable se encuentre todavía muy lejos, y a cada paso la preocupación allana su interior.
Una marca en el suelo, luego otra y otra más. La llovizna es un hecho.
Por un momento cierra los ojos y se deja envolver por ese nuevo aroma.
Olvida y sonríe.
En el camino piensa en las palabras exactas, las más sutiles, las menos hirientes. No se da cuenta que pasó tiempo. Ansiaba el reparo de su hogar.
Apresurado llegó a la puerta para quedarse luego tieso, frío... completamente inmóvil.
Vaciló por un momento.
Se preguntaba si la tormenta persistiría por mucho tiempo.
Algo lo inquietaba.
Aún así, se dispuso a disfrutar aquel día de lluvia. Después de todo sólo era eso... otro día de lluvia.

Respiró profundamente. Asimilaba cada cuadro descripto.
En un rincón de la sala, junto al ventanal abierto de par en par, ella cierra precipitadamente el libro.
Sus sentimientos e imágenes se amontonaban en su mente. Se sintió turbada al identificarse con aquel personaje.
Miró a través del ventanal y, sonriendo tristemente, se dio cuenta de que afuera llovía... y adentro también.

1 comentario:

Unknown dijo...

Pa... no pensaba comentar todos, pero es que realmente me hacés soñar.

Pequeño rincón de cosas que leo y me sorprenden



Ella barrió el otoño del patio de mi casa
y casi a quemarropa se nos vino el verano.

De súbito, la escoba se llenó de ramas
y a sus manos, ya verdes, regresaron los pájaros.

Todo de golpe. Todo cruzó como una ráfaga.
Sucedió tan de pronto q no puedo acordarme
ni cómo se llamaba.

Barrió el otoño y luego
ella olvidó acordarse.
Creo q hemos pactado no acordarnos de nada.
Pero el otoño vuelve cada otoño
a mi casa, y acumula mil hojas
donde no escribo nada.

Ella no ha vuelto. Nunca voverá a su tarea
de barrer el otoño del patio de mi casa.
En adelante, el viento barrerá la nostalgia.

Lo que no entiendo es,
cómo me olvidé de olvidarla.

("Ronda para barrer el patio")
Armando Tejada Gómez