
Un extenso manto de arena fina y blanca.
El horizonte: un mar calmo y azul.
Los últimos rayos de sol tibios sobre el acantilado hace relucir la espuma blanca de las olas ya débiles, que golpean las rocas una y otra vez.
Decenas de gaviotas descansan en la orilla.
Brisa juguetona.
Todo se llena del inconfundible aroma de mar.
Mis pies se hunden en la arena mullida, mientras camino por la costa.
El atardecer me acompaña, y esa brisa de mar de la cual leía e imaginaba, ahora me envuelve y enrieda mi pelo. Todo me recuerda a vos. Las cosas que han pasado y las que imaginé.
No sé si te he soñado, o si en realidad alguna vez nuestras vidas estuvieron entrelazadas y luego olvidé.
Las olas del mar me trajeron esta sensación.
Esa ausencia ya lejana que por momentos llega a la planta de mis pies... como las olas.
Hoy, traigo arena de otro mar....
3 comentarios:
que buena sensación hundirse en la arena ola a ola ...
¡Tenés talento Andru! ¡Esto está genial! Siempre me hacés soñar o recordar algo... entre nosotros, para un cuento que escribí (el XIII), me basé en algo similar a lo que me contas, y de hecho es algo similar lo que hice... En el verano suelo quedarme como pasmado mirando desde un risco las olas... o caminando por la playa una noche en el medio de la nada... Lo extrañaré este verano, pero te agradezco el recordarme la sensación... Gracias :)
Cómo anduve con tu texto! Precioso...
Y me quedo sólo con una cosa: El mar es un amor inolvidable.
Vuelvo, Andru. Saludos
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