Todo tiene su tiempo...
y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora

martes, 29 de julio de 2008

No me quedo, me voy


Con el ceño fruncido y manos nerviosas aguardaba en la mesa del bar.


Sus ojos curiosos recorrían las mesas restantes, mientras hacia repicar los dedos en el plato del café ya tibio.

Se detuvo por un instante frente al papel, pensando en un comienzo adecuado. Nada lo convencía.

Volvió a arrugar otra hoja, dejándola a un lado, junto a las demás.

No estaba acostumbrado a esta situación, ni a tener que definir tan drásticamente u
na etapa de su vida. No sabía como despedirse. Aun estando rodeado de recuerdos en el clásico Touring Club , con la melancolía a flor de piel, las palabras no surgían tan espontáneamente como de costumbre. Por el contrario, entorpecía su necesidad de regresar a casa por la valija, llamar el taxi de la parada de la esquina y recorrer velozmente la ciudad sorteando los bulliciosos vehículos, típicos del tráfico de media mañana, rumbo al aeropuerto.

Una mesa contra la ventana, una figura recortándose a contraluz y un perfume denso, a flores y frutas, que llegaba a él como una bocanada de jardín, lo hizo regresar de una sola vez a su mesa en el bar.
Le llamo la atención aquella mujer que, sola en la mesa para dos, revolvía con su dedo índice el cubo de hielo en un vaso de aparente agua tónica.
De vez en cuando ella lo miraba con curiosidad. Tal vez le molestaba el crujir de la hoja vez tras vez. Pensó que era uno de esos escritores fracasados que suelen sentarse a la mesa de un bar, con el cigarrillo en una mano y la pluma en otra, observando... sólo observando.
Sonrió para si. "Quizás escriba sobre mi...", dijo ella entre dientes, y continuó con su mirada en la calle.
Se olvidó por completo de su intrigante escritor.
Sus ojos se perdieron entre la gente... la gente que iba y venía.

Él volvió a concentrarse en la carta. Era consciente que sus amigos le reprocharían la manera de alejarse. Le pesaba, pero no lo suficiente como para desistir de aquella idea.

Y en un instante regresaban los recuerdos con la misma densidad del perfume de aquella difusa mujer junto a la ventana… los paseos por el río, los cafecitos los lunes en la mañana con Rodrigo y Marcos en el Touring, la playa en invierno, el cine los viernes por la noche, el asado con amigos los sábados, los domingos por la tarde en la plaza Centenario… todo lo ligaba al valle. Recordaba aquellas palabras de Jorge Spíndola:

la vida se siente cómoda aquí adentro, se suelta el pelo y anda por las mesas como si fuera un lustra, sueños que acaricia los pasos de la gente. Y uno la ve tan bonita que agarra una servilleta de papel y no tiene más remedio que escribir... la vida va juntando las palabras de la gente en servilletas de papel...si uno juntara estos papelitos podría reconstruir el alma de la ciudad....

Poco a poco fue haciéndose a la idea de que esas imágenes, tan vívidas hoy en aquella mesa, se convertirían en fotos viejas de un álbum empolvado en su caja de mudanza.

Cuando la mujer de la ventana se levantó, y le dirigió una mirada excrutadora… alzó su muñeca y se fijó en el reloj. Era hora de irse.

Lentamente se levantó, saludó a Julián, el mozo, y empujó la pesada y vieja puerta del bar. El aire frío de la calle le pegó en la cara como una cachetada. Recorrió en silencio algunas cuadras de la Avda. Fontana y encaró por San Martín hasta la plaza. Tomó un taxi y rumbeó para su casa… viendo el ir y venir de la gente, alma de su ciudad.

17 comentarios:

Unknown dijo...

Que relato taaaaan... taaaaaaaannn... ¿místico? Me sentí como ese personaje... quizá porque en varias ocasiones tuve la oportunidad de ser él en la vida real... Esos lugares son lugares claves, la gente va y viene, y como vi en una película genial una vez (Stand by me (1985)): "Los amigos son como personas en un bar, van y vienen todo el tiempo"; y tu misma dices que las personas son el alma de la ciudad... Bar, corazón del alma de la ciudad entonces, quizá por eso sean tan claves. Incitadores de las mil y una charlas, lugar donde las almas pueden ir a conocerse sin ser vetadas por el protocolo de la cotidianidad.

Muy bueno, gracias por llevarme a ese bar dentro de estas cuatro paredes de mi laburo.
¡ABRAZO!

Fabi dijo...

Me encantan tus relatos, Andru.

... la vida va juntando las palabras de la gente en servilletas de papel... es verdad!!!!

Un grande abrazo, fuerte fuerta para ti, y espero que el cuento va a seguir adelante.....

Baci da Fabi

Ester García dijo...

La vida se siente dentro...

Qué bello....

Un abrazo!

Pesadillas de Papel dijo...

Hermosa historia.

Saludos.-

Enzo W. Mirovan dijo...

Muy bueno, me hizo recordar de cuando estuve en ese cafe una de las veces, muy temprano...esperando para que el alma de la ciudad se despierte.

Saludos

Sonny dijo...

Y luego?


Saludos

mago770 dijo...

hola Andre,muy lindo relato,muchas veces tambien observo a la gente, y veo la vida como nos pasa adelante de nuestros ojos.
la vida va juntando las palabras de la gente en servilletas de papel",me mato ese verso, te envio un beso y te pondre en mi favoritos chauuu

Francisco Pereira dijo...

Me vi en el bar con el boligrafo en la mano...
Excelente relato!

Gracias por haber pasado por el TELAR de PALABRAS porque de esta forma pude llegar a ti, y sentirte en tus palabras al leerte.

Te comento que uno de los sitios que deseo conocer proximamente es la Patagonia y al ver tu perfil me percaté que vives allá. Me encantaría contactarte para hacerte algunas preguntas. Si lo deseas escríbeme a panchoper@gmail.com y poder intercambiar palabras o tejerlas :)

Saludos

Fabi dijo...

Bella Andru, cuando quieres pasar en mi casa tengo un regalino para ti!
Besos, besos

Lucía... dijo...

Excelente, da gusto leer así... una increible sensibilidad.
Buen escrito, espero a leer el proximo post.

Salu2

Anónimo dijo...

Qué lindo lo que escribía Andru, soy Paula Thomas, la del blog de Gillespi, el Almacén. Hace mucho que no aparecés por ahí. ¿Cómo anduvo tu tesis?
Un abrazo

Anónimo dijo...

¿Sós de verdad Ester Piscore? ¿La de García el griego?
Bárbaro.
Un abrazo.

A dijo...

Andru, hace tiempo que no escribes, y yo tampoco!!, estamos perdidos los dos.

Hermoso relato, cuanto inspiración.
Me gusto mucho el personaje que recreaste, un poco de esa nostalgia la compartimos todos.

Un cariños enorme Andru.

PD. Mi blog esta cumpliendo añitos, venía a invitarte. Besotes.

Ester García dijo...

Precioso y evocador.... inspira cosas en la mente.

Andru y Alain dijo...

Wow!!... q lindo q les haya gustado este escrito.

Lamento y me pesa mucho no escribir tan seguido como antes...
Estoy en una etapa un poco complicada de tiempos.

Gracias por seguir visitándome!!

p/d: Dra. Paula!!! q lindo saber de vos!!! Gracias por recordarme y pasar por el blog. Ya volveré por el Almacén a hacer mis compras diarias!!!

Steki dijo...

Hola Andru!
Gracias por pasar por mi blog.
Muy lindo lo tuyo!
De verdad, deberías escribir más.
Cómo anda el estudio?
Te dejo un abrazo con aroma a glisinas.
BACI, STEKI.

Señor De la Vega dijo...

Siempre nos sugiere el extraño con sus ojos, lo que oculta el imaginar de los nuestros mirando al otro.
Solo, juntando todas las miríadas de miradas, se define la inquietud de nuestros días, solo algunas son nuestras, y escasos iris hablan de nosotros, tantas ciegas, tantas perdidas...
Suyo queda, Z+-----

Pequeño rincón de cosas que leo y me sorprenden



Ella barrió el otoño del patio de mi casa
y casi a quemarropa se nos vino el verano.

De súbito, la escoba se llenó de ramas
y a sus manos, ya verdes, regresaron los pájaros.

Todo de golpe. Todo cruzó como una ráfaga.
Sucedió tan de pronto q no puedo acordarme
ni cómo se llamaba.

Barrió el otoño y luego
ella olvidó acordarse.
Creo q hemos pactado no acordarnos de nada.
Pero el otoño vuelve cada otoño
a mi casa, y acumula mil hojas
donde no escribo nada.

Ella no ha vuelto. Nunca voverá a su tarea
de barrer el otoño del patio de mi casa.
En adelante, el viento barrerá la nostalgia.

Lo que no entiendo es,
cómo me olvidé de olvidarla.

("Ronda para barrer el patio")
Armando Tejada Gómez